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Un faro con vistas espectaculares: historia y legado del Faro de Dragonera

Frente a la costa oeste de Mallorca, la isla de Sa Dragonera se alza como una fortaleza de roca y silencio. Esta pequeña isla deshabitada, hoy Parque Natural, ha sido testigo de siglos de navegación, contrabando y observación costera. En su extremo norte, en lo alto de un acantilado con vistas abiertas al mar, se encuentra el Faro de Tramuntana, también conocido como el faro de Dragonera. Una construcción que no solo guía barcos, sino que guarda una historia llena de retos, ingenio y belleza natural.

En este artículo te contamos la historia del Faro de Dragonera, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta su valor actual como icono paisajístico y punto de interés para quienes visitan la isla.

La historia del Faro Dragonera

La historia del Faro de Dragonera y el auge de la navegación en el siglo XIX

Para entender por qué se construyó un faro en una isla tan remota como Dragonera, hay que mirar al contexto marítimo de la época. Durante el siglo XIX, el comercio marítimo entre Europa y las colonias africanas y americanas creció de forma exponencial. Las Baleares eran un punto intermedio clave, pero también peligroso por sus costas escarpadas y la falta de señales claras.

En 1847, el Estado español puso en marcha un ambicioso “Plan General de Alumbrado Marítimo”, que contemplaba la creación de más de 140 faros en todo el país. Entre ellos estaba el de Dragonera, que se consideraba esencial para proteger la ruta entre la península y Palma de Mallorca.

El primer faro de Dragonera: una luz en la cima de Na Pòpia

El primer faro de Dragonera se encendió en 1852, situado en el punto más alto de la isla: Na Pòpia. Aunque se pensó que su altitud (352 metros) ofrecería una visibilidad excelente, la realidad fue otra. Las nubes bajas y la niebla costera lo ocultaban con frecuencia, haciendo que los barcos no pudieran ver la luz en momentos críticos. A ello se sumaban las tormentas repentinas que azotaban la isla, empeorando aún más la visibilidad y poniendo en riesgo la seguridad de la navegación. El acceso al faro era tan complicado que transportar materiales, aceite o alimentos resultaba una tarea casi épica. Los fareros y sus familias vivían aislados, rodeados de naturaleza salvaje, viento, silencio y las constantes furias del clima.

Este primer intento, aunque problemático, es parte esencial de la historia del Faro de Dragonera, porque demuestra cómo incluso los planes más bien intencionados pueden fallar si no se tienen en cuenta las condiciones reales del entorno.

La historia del Faro Dragonera

El segundo faro: nace el actual Faro de Tramuntana

En 1912 se inauguró un segundo faro en la isla, esta vez en una zona más baja y accesible: la punta de Tramuntana, en el extremo norte. Este nuevo emplazamiento mejoró enormemente la funcionalidad de la luz y la vida de los fareros. A menor altitud, el faro evitaba las nubes, tenía mejor visibilidad marítima y podía ser abastecido con más facilidad.

Este es el faro que sigue en funcionamiento hoy en día, y el que se puede visitar en las excursiones a Dragonera. Cuando hablamos de la historia del Faro de Dragonera, este segundo faro es el que ha perdurado en el tiempo.

La historia del Faro Dragonera

Fareros: guardianes silenciosos de la costa

Durante buena parte del siglo XX, la presencia humana en el faro fue constante. Varios fareros se turnaban para mantenerlo activo, limpiar la óptica, vigilar el estado del edificio y registrar cualquier incidente. Vivir en un faro no era sencillo: el aislamiento, las condiciones climáticas y la falta de contacto con tierra firme convertían esta profesión en un estilo de vida.

El faro de Dragonera fue hogar de varias familias que dejaron huella no solo en la historia técnica del lugar, sino también en su memoria emocional.

La automatización: un nuevo capítulo en la historia del Faro de Dragonera

Con la llegada de la tecnología moderna, los faros comenzaron a automatizarse en los años 70. El de Dragonera pasó a funcionar sin necesidad de personal fijo, con sistemas eléctricos y sensores que permitían mantener la luz sin intervención humana.

Este cambio marcó el fin de una era, pero también aseguró que el faro pudiera seguir operando sin coste humano. En 1995, la isla fue declarada Parque Natural, y el faro quedó protegido como patrimonio cultural.

¿Cómo visitar el Faro de Dragonera hoy?

Actualmente, el acceso al faro es posible mediante una caminata desde el muelle donde desembarcan las excursiones. Gracias a Cruceros Margarita, es fácil llegar a la isla y disfrutar de una visita respetuosa con el entorno.

El camino hasta el faro es de unos 45 minutos, atravesando un paisaje seco, de vegetación mediterránea, con vistas constantes al mar. Al llegar al faro, el visitante se encuentra con una construcción sobria, blanca, rodeada de silencio y con una panorámica que corta la respiración.

Curiosidades que enriquecen la historia del Faro de Dragonera

Aunque el primer faro está en ruinas, aún puede visitarse, y muchos aventureros suben a Na Pòpia para ver sus restos.

La isla sirvió de refugio a contrabandistas y pescadores durante siglos. Aún quedan restos de antiguas cuevas y embarcaderos.

El faro está incluido en la Red de Faros de España, que agrupa las señales costeras más relevantes desde el punto de vista histórico y técnico.

La historia del Faro Dragonera

Un símbolo de conservación y resistencia

La historia del Faro de Dragonera también refleja la lucha social por la preservación del paisaje. En los años 70, la isla estuvo en peligro por proyectos urbanísticos. Fue la presión ciudadana la que impidió que se construyeran hoteles y carreteras. Gracias a ese esfuerzo colectivo, hoy podemos disfrutar de la isla y de su faro como patrimonio común.

Conclusión: la historia del Faro de Dragonera sigue viva

Lejos de ser una simple torre con luz, el faro de Dragonera es un testigo del paso del tiempo, de la evolución tecnológica y del vínculo entre el ser humano y el mar. Su historia es la historia de todos los que han vivido, navegado o soñado con este rincón del Mediterráneo.

Y tú, ¿te animas a formar parte de esta historia? Con Cruceros Margarita, puedes llegar hasta allí y verlo con tus propios ojos.

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